Edad para apostar en Corea del Norte

¿Siente curiosidad por apostar en uno de los lugares más secretos del planeta? Corea del Norte no aparece precisamente en los folletos turísticos de los casinos. Pero el caso es que allí se juega. Pero no para todo el mundo. Los norcoreanos no pueden entrar y todo está pensado para turistas chinos que buscan un discreto bote al otro lado de la frontera. ¿Le interesa? Empecemos por saber quién puede jugar.

Hay que tener 18 años para jugar en Corea del Norte

Si alguna vez se encuentra en el Casino de Pyongyang, dentro del Hotel Internacional Yanggakdo, o en uno de los oscuros garitos cercanos a la frontera china, sepa esto: tiene que ser mayor de 18 años. Esa es la edad mínima para jugar en Corea del Norte. No es ninguna sorpresa, ¿verdad? Está bastante en línea con las normas mundiales. Pero aquí está el truco, esta ley no es para los norcoreanos en absoluto.

Los ciudadanos de la RPDC tienen totalmente prohibido el juego, independientemente de su edad. Estas normas están dirigidas a los extranjeros, en concreto a los turistas chinos, que acuden en masa para hacer breves escapadas de juego. Si pillan a un menor de 18 años deslizando fichas por la mesa, se acabó el juego. Se acabó el juego.

¿es legal el juego en línea en Corea del Norte?

¿Respuesta corta? De ninguna manera. Las apuestas en línea no sólo son ilegales en Corea del Norte, sino que prácticamente no existen. El acceso a Internet está tan censurado que las posibilidades de cargar una aplicación de casino son tan altas como las de ver Netflix en Pyongyang.

¿Podrían funcionar redes clandestinas en secreto? Probablemente. Pero las apuestas online abiertas no están en las cartas. Y, sinceramente, ¿intervenir en los sistemas digitales de la RPDC? Es como pinchar a un oso con los ojos vendados: alto riesgo, cero recompensa. Si está de visita, lleve su suerte a las mesas, no al navegador.

Leyes y reglamentos del juego en Corea del Norte

Aquí es donde la cosa se pone rígida. El juego sólo es legal en las instalaciones aprobadas por el gobierno, e incluso entonces, sólo los no ciudadanos pueden participar. No hay margen de maniobra. El Estado vigila estrechamente estas operaciones, piense en CCTV con esteroides y jefes con antecedentes militares.

¿Los beneficios del casino? Van a parar directamente a los bolsillos del régimen. No es ninguna sorpresa. Y no espere promociones al estilo de Las Vegas ni regalos a los jugadores. Se trata de un escenario estrictamente funcional, diseñado para extraer ingresos y evitar escándalos.

Consecuencias del juego de menores en Corea del Norte

Si cruza la línea de la edad, no sólo le mirarán mal los de seguridad. Jugar con menos de edad puede suponer la expulsión del local, una multa, la deportación o algo peor, si el Estado decide que estabas intentando manipular su sistema. ¿Y para los locales que intentan colarse? No hay tirón de orejas.

Hablamos de penas de prisión y reeducación severas. No es dramatismo, es la forma en que la ley norcoreana impone el control social. En resumen: juegue sólo si es mayor de edad y extranjero, o no juegue en absoluto.

Jugar con responsabilidad en Corea del Norte

Esta es la parte complicada: ¿recursos para la adicción al juego en Corea del Norte? Son inexistentes para los locales. No hay campañas de concienciación, folletos ni líneas telefónicas de ayuda. ¿Los visitantes extranjeros que puedan tener problemas? Están solos. Sin embargo, si sospechas que el juego te está afectando, antes o después de un viaje a Corea del Norte, lo mejor que puedes hacer es ponerte en contacto con grupos como el National Council on Problem Gambling de Estados Unidos.

Ofrecen apoyo en todo el país, llámales al 1-800-522-4700, 24 horas al día, 7 días a la semana. No importa si se le ha caído el sueldo en Pyongyang o en Pensilvania, la ayuda está ahí. Mantén tus apuestas bajo control, tu identificación a mano y tus expectativas bien fundadas. Así es como se sobrevive, e incluso se disfruta, de una vuelta al mundo. ¿Listo para un comodín? Corea del Norte te lo acaba de repartir.

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